viernes, 13 de agosto de 2010

Tomando conciencia de la realidad.

Cuaderno de viaje, Budapest 2008.

[29 de abril]

Nos levantamos a una hora más que prudente, las 8 de la mañana, porque hasta las 10 no tenemos que presentarnos en el Heim Pal Children’s Hospital, donde nos está esperando en su despacho nuestro gurú y anfitrión, el Doctor George Harmat. La ducha normal, con un caudal más escaso que el que a mí me gustaría; el mayor inconveniente, no hay enchufe en el baño de los chicos por tanto tengo que afeitarme en la habitación, mirando mi reflejo en un cuadro colgado en la pared.

Por otro lado, la cocina tampoco está mal, pequeña, pero no le falta detalle, tiene micro-ondas, cafetera, tostadora, dos frigos, uno para los chicos del HOPE y el otro para las chicas que viven aquí.

A eso de las 9 nos ponemos en marcha y entro en contacto por primera vez con el metro. Caótico, como supongo en todas las grandes capitales europeas, aunque por lo que comenta mi compañero, bastante mal señalizado, y por tanto, más fácil de perderse. Y la verdad, que lo poco que conozco del metro de Madrid, Londres o, incluso de mi anterior viaje Budapest-Praga, no tiene nada que ver Praga o el mismo Madrid, con lo que nos podemos encontrar aquí. Pero en fin, nos ponemos la gorra del HOPE y abrimos nuestra mente para adaptarnos sin protestar a todas las situaciones tal y como se nos vayan ofreciendo.

Por cierto, otra cosa que tengo que hacer es comprar un acceso portátil a internet para conectarlo en el ordenador, porque aquí no sé si han oído hablar de un tal WIFI, pero nadie lo ha visto, e incluso nuestra compañera finesa (de la que todavía no os he hablado) tiene problemas en el hospital en el que está alojada. Este tipo de detalles nos hace albergar escasas esperanzas (HOPE en inglés) en relación al tema de estudio del programa HOPE 2008: el uso de las IT en la asistencia sanitaria. Hoy se lo intentaba explicar a mi mujer con el siguiente símil: es como si hubiéramos venido a estudiar los avances de la televisión en color y nos encontramos con que Hungría todavía tiene la televisión en blanco y negro.

Ella, la tercera componente del grupo, se llama “Ella” o Eija en finés, y por fin la he conocido esta mañana en el despacho del Dr. Harmat. Mediana edad, no muy alta, no muy gordita pero sí muy rubia… al menos cumple con uno de los tópicos. Eso sí, bastante simpática y se le entiende bastante bien.

Una vez hechas todas las presentaciones, nos volvemos a recorrer toda la ciudad en coche y pasamos por primera vez a la zona de Buda, al otro lado del Danubio. Destino: la Hungarian Hospital Association. Un sitio bastante peculiar, muy similar a la típica sociedad que nos podemos encontrar en el País Vasco o muy parecido a cualquier pipero de Andosilla de los que están bien preparados, vamos, que parecía más el txoko de mi casa que una oficina, que es lo que esperábamos encontrar. Una vez más, la gorra del HOPE -mente abierta- nos ayuda a soportar el golpe y adaptarnos a la situación.

La reunión termina siendo una presentación del Sistema Sanitario Húngaro, su historia, su situación política, de todo menos el tema que nos ocupa, y que al fin y al cabo, es de lo que tendremos que hablar en el Congreso final de París. No tenemos ni idea de cómo están los sistemas de información en Budapest, aunque nos tememos lo peor. Un dato preocupante, más de la mitad de los hospitales húngaros están en bancarrota, por tanto, que podemos esperar de medidas informáticas si no tienen dinero para prestar la asistencia sanitaria que se les supone.

Después de no más de dos horas de reunión, y una frugal comida compuesta de emparedados fríos, nos arrojan a una estación de autobús y nos tenemos que buscar la vida para regresar al centro, por cierto, y es entonces cuando nos damos cuenta que estábamos perdidos en algún lugar bien lejos de lo que podemos denominar el centro. Decidimos tomar como referencia el río Danubio, y a partir de ahí, localizar nuestras respectivas paradas de metro para poder regresar a nuestras respectivas habitaciones, eso sí, con el compromiso de volvernos a ver a las 17:30 para dar una vuelta y tomar unas cervezas.

Por tanto, y si habéis echado cuentas, segundo día de estancia en Hungría y todavía no sabemos nada de los sistemas de información húngaros. Por cierto, y aunque yo ayer no estuve, mis compañeros mi dicen que fue exactamente más de lo mismo, por tanto, dos horas de trabajo al día, y el resto, turismo. Que dura es la vida del “HOPE participant”.

Si los ratos de trabajo son tediosos y alejados de nuestras más ligeras expectativas, mis ratos de ocio tampoco dejan mucho que desear. Tras un largo paseo a lo largo de una de las principales avenidas de Budapest (Andraszy o algo parecido), hemos llegado a unos jardines y al fondo de los mismo hemos conseguido encontrar una especie de café-bar, un local muy pequeño pero lleno de encanto. De estructura pintoresca y mobiliario años 60-70, en cuyo interior y acompañados de unas cervezas hemos podido entablar una conversación, ésta vez sí, amena y fluida en torno a las diferencias y similitudes entre los sistemas nacionales de salud de España y Finlandia. Y resulta extraño saber, que dos países en teoría antagónicos, tienes los mismos problemas, bien sea de listas de espera, de falta de médicos, asistencia en las zonas rurales… nada nos ha sonado diferente, salvo que nunca lo habíamos expresado en inglés.

En esas que Ella se arranca y recuerda un libro que había leído en torno a unos licores húngaros, y sin darnos cuenta, estamos acompañando nuestras cervezas con unos chupitos de licor, bastante parecido a lo que pudiera ser orujo, siendo las 8 de la noche, y con la única comida que habíamos podido llevarnos a la boca al mediodía en el “txoko” de la Hungarian Hospital Association.

La gorra del HOPE nos lleva de nuevo a aceptar las cosas como vienen sin darle más vueltas y exigirnos más explicaciones, por tanto, cuando hemos llegado al piso, hemos cenado lo que hemos podido y that’s it all! Mañana será otro día, en teoría entraremos en contacto con la materia relacionada con el objeto del HOPE de este año, eso sí, no más de dos o tres horas de trabajo, y después, fiesta nacional del primero de mayo y cuatro días de vacaciones, esta vez sí, en Budapest.

Propósito para mañana, comprar un acceso USB a internet para el portátil, imprescindible si quiero sobrevivir a estos cuatro días festivos que nos amenazan.

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