miércoles, 25 de agosto de 2010

¿Descanso dominical?

Cuaderno de viaje, Budapest 2008.

[11 de mayo]

Nada más lejos de la realidad. Hoy ha venido a recogernos a las 9 de la mañana nuestro coordinador, el Dr. Harmat, con su mujer y nos hemos ido los cinco a pasar el día "like a happy family".

Hemos visitado pueblecitos muy pequeños a unos 45 kilómetros de Budapest como mucho, en la frontera con Eslovaquia, pero repletos de turistas.

El primero ha sido Sztendre, aunque éste yo ya lo conocía de cuando estuve aquí antes con mi mujer. Una visita rápida al casco histórico, además en esta ocasión hemos tenido suerte porque a las 9 y media pasadas ya estábamos aquí, por tanto, mucho antes de que las hordas de turistas invadieran sus calles. Además hemos aprovechado a tomar un café en el que nos han dicho fue el primer café privado que se abrió en Hungría.

Después nos hemos ido hasta Esztergom, hemos visitado su Basílica y los miradores al Danubio, desde los cuales podías ver a la otra orilla, la vecina Eslovaquia. Y de Esztergom a Visegrád, pero antes parada para comer. Cerca del castillo que luego íbamos a visitar, pero rodeado de bosque, y con el Danubio de fondo, es como si hubiéramos comido en un típico restaurante de Asturias, salvo que el río no era el Sella, sino otro. Verde, mucho verde, las piscinas del hotel justo debajo de la terraza en la que hemos comido al sol, de frente más bosque, y allí, de fondo, los meandros del río.

Y dentro aún mejor, porque era buffet libre, así que nos hemos puesto hasta el culo, con perdón, porque ya que estábamos había que probarlo todo, eso sí, todo cocina húngara, por eso digo, un poquito de cada cazuela, que había muchísimas y a comer… como no, para empezar, goulash, y del que pica.

De postre he lucido mis anteriores conocimientos de heladero, y me he preparado una copa de helado como las que me hago en Navidad, pero nadie ha querido seguirme, la verdad es que estábamos llenos, pero yo no perdono el postre ni loco, y menos si ponen a tu disposición una cámara de helados, con 6 ó 7 sabores, más nata, más siropes, más todo tipo de virutas (almendras, chocolate, de colorines), en fin, que yo me he echado todo lo que ha cabido, y eso que he cogido la copa grande.

Y ya bien comidos y servidos, nos hemos ido a visitar el castillo. Como todos, grande, muchas escaleras, buenas vistas del Danubio, un par de salas de exposiciones y mucha, mucha gente, y es que aquí mañana es fiesta, y se nota.

Lo que me ha llamado la atención de hoy, es ver las orillas del río perfectamente preparadas cada ciertos kilómetros para acampar, asar unas costillas, vamos, como en España, dispuestísimas para pasar el día en el campo. Yo pensaba que esto por aquí no se llevaba y que era más cosa nuestra, pero que va, aquí, en cuanto sale un rayo de sol, incluso los parques de la ciudad se llenan de gente que quiere aprovechar cualquier oportunidad, por pequeña que sea, para coger un poquito de color.

La verdad, es que un gran día de domingo… nuestro George como siempre intentando quedar como un señor, y siempre lo consigue, porque aunque laboralmente no nos aprietan mucho, turísticamente están intentado exprimirnos al máximo, será como aquél lema del País Vasco “Ven y Cuentalo”

Y su mujer, también encantadora, la verdad es que hablaba inglés con soltura, y así, lógicamente, es más fácil.

En fin, que mañana toca madrugar porque hemos quedado con Eija para ir a pasar el día a Bratislava, y el autobús sale a las 6:30 de la mañana, o sea que habrá que levantarse a eso de las cinco. Y encima dice ella que eso es normal, que no es madrugar… hala, pues a cenar y a dormir un rato, que mañana puede ser un gran día.

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