Trepas, pelotas, mandones, los que no abren la boca, los que lo saben todo, los que se cuelgan todos los méritos, los relaciones públicas... Sobrevivir en esta tribu es cuestión de mano izquierda y también de integración. ¿Te identificas con alguna de ellas? Para facilitarnos la tarea, Verónica Corsini, psicóloga de la Fundación Humanae, expone cuáles son las características de cada tribu:
- El trepa: Tiene poca empatía con sus compañeros, lo que le permite seguir con su actividad al no establecer vínculos afectivos. Su meta es llegar a lo más alto, caiga quien caiga.
- El pelota: Persona insegura que no confía en sus propias capacidades y por eso se centra en adular a los que que pueden decidir sobre su futuro, los jefes. Su baja autoestima provocará que soporte, en ocasiones, los tratos vejatorios de sus superiores.
- El relaciones públicas: Tiene una elevada empatía, es extrovertido y cae bien a los demás. En ocasiones organizará reuniones con sus compañeros fuera de la oficina (cenas, comidas, etcétera).
- El mudito: Persona introvertida que no ofrecerá su opinión a no ser que sea estrictamente necesario. Procura pasar inadvertido como mecanismo de defensa.
- El que todo lo sabe: Tiene una respuesta para todo, aunque no se ajuste estrictamente a la pregunta. Puede parecer alguien instruido, pero acaba cayendo mal a sus compañeros porque aparenta quedar siempre por encima de los demás.
- El mandón: Arquetipo egocéntrico que opina que su forma de hacer las cosas es la adecuada y no tiene en cuenta las de los demás. Si es un empleado piensa que si todo el mundo hace lo que él dice las cosas irán mucho mejor; si es un jefe, su incapacidad para escuchar a los demás le hará parecer despótico con sus subordinados.
- El medallista: Intentará apropiarse para sí de los triunfos colectivos. Pensará o intentará que la gente piense que los éxitos logrados se consiguieron gracias a él.
- El que nunca tiene la culpa: Se escuda en los demás y no duda en echar la culpa a sus compañeros. Incapacidad para asumir sus propios errores y miedo al fracaso.
- El feliz: Contento con su posición en el trabajo. Agradable con los demás, y por eso también recibe simpatía, lo que refuerza su forma de ser. Tiene una resiliencia alta.
- El que quiere hacerlo todo: Confía en sus posibilidades, en ocasiones excesivamente. No reconoce sus límites y por ello acumula más trabajo del que puede solucionar. Crea para sí mismo un personaje de ‘poder con todo’ del que a veces no puede escapar.
- El gruñón: Tiene una actitud arisca con los demás. No es partícipe de las bromas y los juegos de la oficina. En ocasiones esconde una personalidad vulnerable que protege con hostilidad.
- El agobiado: No maneja el tiempo ni maneja su estrés. Puede contagiar su pésimo estado de ánimo habitual al resto de los compañeros del equipo.
- El despreocupado: Relativiza las cosas que le ocurren. Tiene un bajo nivel de estrés. Funciona bien en tiempos de bonanza pero está poco preparado para situaciones que requieran más dedicación.
- El hipocondríaco: El ‘enfermo imaginario’ está en constante preocupación con su cuerpo. No se maneja bien ante las situaciones de estrés ni de frustración y adjudica la problemática a una zona de su cuerpo.
- El seductor: Utiliza a los demás para ahorrarse tareas incómodas. Pero lo hace de una manera tan sutil, que pocas veces no consigue lo que se propone.
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